viernes. 06.12.2024
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La rubia despampanante y otras microhistorias, de Juan Carlos Gallegos

Jaime Panqueva

La rubia despampanante y otras microhistorias, de Juan Carlos Gallegos

Se abre la puerta del elevador y sale una rubia despampanante... con esta sugerente frase inicia Juan Carlos Gallegos (Guadalajara, 1983) su juego con el lector, primero con veinte microficciones que pueden tomar desprevenido a cualquiera para transportarlo a cualquier campo: el amor, la soledad, la filosofía, los juegos electrónicos, la literatura volviendo sobre sí misma.

En este libro de Effictio Editores se cumple en particular uno de los postulados de Luis Brito García en su manifiesto Maximanual del microcuento: “Por su fulgor brillan aislados estrellas y microtextos.”

Cuentos como Sin ideas, Corazón Roto 2 o Deseo concedido pueden provocar a su vez carcajadas o consternación. El par de apartados que abren y cierran el libro, La rubia despampanante y Concursos, semejan constelaciones atraídas por una fuerza gravitacional común, que albergan cuerpos celestes de muy diversas densidades.

La editorial EffictioEditores, por supuesto, otra de las independientes que están rescatando el cuento, puede visitarse en su página web; dispone de varios títulos centrados en este subgénero ínfimo que, como la nanotecnología, se apresta a abarcarlo todo.

Se debe admirar a los escritores de microcuento como debe hacerse con los antiguos relojeros o con los actuales diseñadores de teléfonos celulares: su capacidad de incluir en cada diseño sólo lo estrictamente necesario para que su creación sea autónoma y eficaz; fulgurante, diría Brito. Claro, algunos echarán en cara lo amigable del efecto acumulativo de los cuentos tradicionales, o más allá, de la novela, y arrimarán al microcuento con las greguerías, los haikús o los chistes. Argüirán que es un mero pasatiempo, que lo breve no tiene el efecto del mamotreto o de la obra farragosa. No sé, no me gusta discutir sobre eso, cada quien es libre de buscar su camino y su polémica. Sólo tendría que recordarles que le acaban de dar el premio Nobel a Bob Dylan...

Y cierro con una probadita del libro de Gallegos:

El concurso era de carreras. Monterroso ganó montado en su dinosaurio.

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