De pronto el autobús se detuvo de nuevo, ya había parado una hora antes. Entonces comencé a dudar si bajar de la unidad o no. Me acerqué al conductor y le pregunté el nombre de la ciudad a la que habíamos llegado, era la ciudad a la que me dirigía, pero como nadie más intentó bajar, tenía dudas.

Finalmente me encontré entre rostros desconocidos, en los pasillos de una pequeña terminal de autobuses, traté de mirar todo a mi alrededor, esperando en vano encontrar algo familiar, hasta el tono de la luz era distinta al de mi ciudad, o quizás así se siente cuando no salimos mucho, cuando nuestros ojos están acostumbrados a las mismas tonalidades del día, la misma luz de la tarde.

Por fin me animé a salir, caminé unos cuantos pasos cargando mi pequeña maleta, estaba afuera de un mercado en espera de mi transporte, cuando comenzó a llover, una lluvia ligera, dulce, maravillosa que refrescó el momento, en realidad la sentí mágica, porque llegué a una ciudad del desierto, me pareció un buen presagio, luego las nubes me siguieron el resto de la tarde mientras caminaba por una hermosa avenida empedrada. 

Pienso en lo afortunada que he sido, la poesía de nuevo me ha traído a otro lugar, entre personas amables y generosas, sé que sin la poesía no estaría hoy aquí, cada vez resulta más difícil salir, andar por las carreteras de mi país, la vida, nuestro tiempo ha sido complicado. Sé que soy afortunada y lo agradezco, y por eso lo escribo, para dejar constancia, un recuerdo, una pequeña imagen de la poeta que una vez miró el cielo del desierto oscurecerse de pronto y presenció la lluvia fresca de la primavera, llamando a la palabra, convocando también a la poesía a aparecer entre las calles, en esos rostros de personas desconocidas, con su belleza, con su magnetismo. Los días de la poesía deben ser profundos, deben darnos la lucidez suficiente para reconocer lo distinto del mundo, lo único, lo memorable. Pongan atención, abran sus ojos, encuentren las palabras, que su memoria sea prodigiosa, que su tiempo sea preciso. 

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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

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