viernes. 06.06.2025
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NARRATIVA

Tachas 624 • Marciano • Rubén Cantor

Rubén Cantor

Imagen generada por IA
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Tachas 624 • Marciano • Rubén Cantor

—Creo que mis uñas del pie han dejado de crecer —piensa Jacobo.

—Nuestra generación ya no cree en casas. Nadie puede comprar una —dice Octavio. 

Luego se da cuenta de que Jacobo no le pone atención y abandona molesto sus reflexiones existenciales para preguntarle:

—¿Qué tanto ves en tus pies?

—Nada, ¿qué ves tú? —responde Jacobo.

—Ok, voy a seguir trabajando. Gracias por ponerme atención.

—De nada. 

Jacobo tiene un gesto de despedida peculiar. Emula el movimiento de la pelotita del juego de Atari, Pong se llama. Nadie sabe cómo reaccionar y optan por caer hipnotizados en lo que lo pierden de vista. 

Lleva años en la tierra sin saber a qué planeta pertenece. Lo único que conserva de su origen es el manual de instrucciones que tenía engrapado en el pecho. Dice más o menos esto: 

¡Felicidades! Es usted uno de los afortunados ganadores del gran viaje interestelar patrocinado por Kramerica Industries. En su preciso momento sabrá más de esta dadivosa empresa, ahora limítese a leer sus instrucciones de uso. 

Paso 1: Póngase algo de ropa y, por favor, asegúrese de vestir algo de acuerdo a sus dimensiones corporales. Si su género terrestre es el masculino, y lo sabrá si algo le cuelga entre las piernas, no vaya a utilizar un vestido. 

Paso 2: Hidrátese. 

Paso 3: Escoja un nombre para que los humanos puedan llamarlo cuando estorbe en algún pasillo o quieran aprovecharse de usted. 

Paso 4: No confíe en las personas. Su sobrevivencia depende en su mayor parte de respetar esto.

Paso 5: Trate de pasar desapercibido. Es fácil, haga cara de odio e insulte al presidente en turno. 

Ha terminado su capacitación, ahora es libre de actuar como prefiera. No intente ponerse en contacto con nosotros. 

Letras chiquitas: Su fecha de caducidad está determinada por el crecimiento de sus uñas del pie. Si dejan de crecer le quedará un lapso de treinta días para extinguirse. 

No olvide contestar la encuesta de calidad anexa. 

Kramerica Industries no se hace responsable de los sinsabores que la vida pueda traerle. Haga deporte y tome líquidos. 

Eso es todo lo que sabe de su pasado, lo que es prácticamente nada. Por más que gogleé el nombre del patrocinador no aparece algo relevante, sólo una alusión a una serie de televisión gringa que no ha visto.

—¿De dónde es? —preguntó una vecina un día.

—De aquí —respondió muy seguro.

—Entonces por qué habla así de raro, como cantadito.

—Nunca lo he sabido, qué buena pregunta. 

A partir de eso ha optado por esconder su acento con una dosis extra de insultos al presidente. La indignación de las personas camufla su voz. 

En contra de las indicaciones se ha acercado a Jaime Maussan varias veces.

—Señor Maussan, podría regalarme un minuto —le pidió al investigador.

—Lo siento, joven, no regalo mi tiempo ni mi trabajo.

—¡Vicente Fox es un asno! —gritó como último recurso. 

Los siguientes acercamientos fueron más breves.

—Ahí viene el resentido social —logró escuchar en una ocasión en la que fue parado por los guardias de seguridad de Televisa San Ángel. 

Esa puerta se cerró. No le ha quedado más que desvelarse en Youtube, ha recorrido todos los canales de ufólogos. 

Sus mejores amigos son un niño de ocho años y un perro de seis, que según una fórmula científica equivale a cuarenta y cinco punto cinco años humanos. Jacobo duda hasta el día de hoy sobre la veracidad de esa fórmula. 

Al salir del trabajo se dirige al podólogo.

—¿Cuál es su problema?

—Tengo miedo de que ya no me crezcan las uñas de los pies.

—Es un miedo muy comprensible; si regalara una moneda por cada paciente que me dice lo mismo, me quedaría pobre —confiesa el doctor Orozco.

—Qué bueno que me dice eso —dice Jacobo.

—A ver, quítese los zapatos, déjeme ver sus pies… por cierto, ¿de dónde es usted?

—De aquí.

—Qué caray, pues habla medio raro.

—¡Felipe Calderón es un espurio! —grita Jacobo.

—¡Cálmese! ¿Ahora qué mosca le picó?

—Nos robaron la presidencia.

—Hágame el favor de olvidarse de su discurso anarquista mientras esté en mi consultorio —pide el doctor Orozco aún agachado.

—Disculpe, ¿cómo ve mi pie? 

—No le veo nada de malo, ¿cuándo fue la última vez que cortó sus uñas?

—Hace un mes —responde Jacobo.

—Ah, pues entonces sí está para preocuparse.

—¿En serio? 

El doctor comienza a reír y le explica a Jacobo que:

—No hay ningún caso registrado de muerte por nulo crecimiento de uñas del pie, caballero. Espérese unos días y verá cómo le salen unas garras. 

Jacobo sabe que sí tiene razones para preocuparse, está podológicamente desahuciado. 

Al despedirse, el doctor le recomienda no ir a tantos mítines de López Obrador.

—Puede que esas caminatas por Paseo de la Reforma sean la causa de su problema en los pies —se burla. 

Jacobo no puede más que despedirse como sabe, con su saludo Pong. 

Querido testamento, escribe Jacobo, le dejo mi colección de tazos de Looney Tunes a Óscar, mi mejor amigo de ocho años. Fin del testamento. 

Los escritos de Jacobo siempre brillaron por su brevedad. 

Dobla esa hoja y saca otra. 

“Cosas que hacer antes de extinguirme” por Jacobo. Primer punto, escribir testamento. Hecho. Segundo, subirme a la mon taña rusa más pequeña de México. Tercero, anular mi voto. Cuarto, saber de dónde vengo. Y quinto, golpear en la cara a Jaime Maussan. 

Cumplido el primer punto se dirige a Caradura para subirse a la mini montaña rusa. Dos horas y media en camión lo dejan a un paso de tachar ese propósito. 

En el tríptico turístico se anuncia la atracción de feria y se destaca que el centro histórico de Caradura forma una esvástica perfecta vista desde el cielo. 

A Jacobo le cae mal Hitler. Su bigote le causa aversión, en internet descubrió que a eso se le llama pogonofobia.

—¿Cuántos boletos quiere? —pregunta el empleado. 

Jacobo voltea para atrás y no alcanza a ver a nadie.

—Vengo solo. 

—¿Cuántos boletos quiere? —sube el tono.

—Uno, por favor. 

El bachiller que trabaja en la feria le abrocha el cinturón y le señala sin ánimos las indicaciones de seguridad. 

—Está usted a segundos de experimentar la montaña rusa más pequeña de México. En consecuencia, no corre ningún riesgo.

—¿Entonces por qué usamos cinturón? —pregunta Jacobo.

—Porque el año pasado un niño se bajó del carro en movimiento y las llantas le rebanaron los dedos de los pies —su argumento mantiene la apatía que mostró en las indicaciones. 

Jacobo dirige su mirada hacia abajo y piensa que mejor sería salirse del carro en movimiento para que le rebane los pies y así no tener que atormentarse con la fecha de caducidad. 

La montaña rusa fue decepcionante. Va al tercer punto. En tres semanas se realizarán elecciones, por lo que deja pasar el tiempo. 

Tres semanas transcurren sin novedad y sólo le quedan siete días de vida, pero ya anuló su voto y eso lo pone feliz. El cuarto punto lo encuentra difícil y mejor opta por saltárselo e ir a golpear en la cara a Maussan.

—Siga a esa camioneta —ordena al taxista.

—Qué chistoso habla, señor. ¿No es de aquí, verdad?

—¡Maldito Peña Nieto! Siga a esa camioneta, por favor.

—Un antipeñista reconoce a otro a la distancia, señor. Mire —baja el parasol y aparece una foto del político atravesado por un machete, el cual tiene grabado en la hoja “Atenco no se olvida”.

—Me da gusto… siga a esa camioneta que ya se puso el verde —urge Jacobo.

—Claro, camarada. 

El taxista acelera y en unos segundos casi roza la parte trasera del vehículo.

—Ahora vea ésta —despliega el parasol del copiloto y se lee una frase: Hecho en Atenco—. Así es, camarada, razones me sobran para odiar a ese bastardo.

—Muy bien, señor taxista, no pierda de vista a la camioneta. 

Después de la descripción cuadro por cuadro de la masacre de Atenco y de los testimonios pormenorizados de los vecinos del taxista, llegan al domicilio de Jaime Maussan.

—Servido, camarada, sería lo que marca el taxímetro, pero por ser tú te lo dejo a la mitad. 

—Muchas gracias, camarada —le llama ya así Jacobo como agradecimiento por sus finas atenciones.

—Sólo por si acaso me quedaré un rato aquí cuidándote las espaldas, porque no de a gratis uno se pone a seguir camionetas. Un antipeña cuida a sus hermanos.

—No creo que sea necesario —se baja del taxi y se dirige sigiloso hacia Maussan. 

Cierra el puño mientras acelera el paso poco a poco para sorprender al investigador. Utiliza el único grito de guerra que conoce:

—¡Fue el Estado! 

Un puño más cerrado que el suyo lo detiene en seco y lo proyecta contra el pavimento.

—Pinche resentido social, ¿crees que puedes venir a mi casa a partirme la madre? Voy a terminar esto de una vez —saca de su cajuela un bate de beisbol. 

Levanta ambos brazos en línea recta hacia el cielo y los deja caer con la fuerza de diez mil ufólogos resentidos. 

El tiempo se detiene para Jacobo y su despedida monologada entra en escena.

—Aquí se acaba todo para mí. No sé de dónde vengo ni quién soy. Mis creadores se escondieron después de expulsarme del paraíso. Adiós mundo cruel, me voy de este basurero para no volver. Adiós, humanos, me les… 

Un trueno tumba a Jaime Maussan y lo deja inconsciente a un lado de Jacobo.

—Mis creadores vinieron por mí, ¡lo sabía!

—Vámonos en chinga, camarada, que este tipo tiene sistema de seguridad y ya escuché las patrullas. 

El aire que le llega en ráfagas desde el exterior del taxi le recuerda a la mini montaña rusa, la experiencia más cercana a un platillo volador que ha tenido en su vida en la Tierra.

—Qué madriza le pusimos al viejito, camarada. Va a tener hinchada la cara por una semana —las risas del taxista arrullan a Jacobo, quien termina dormido durante la huida. 

El titular del día siguiente en el periódico más amarillista de la capital dice: Fuerzas alienígenas sientan a Maussan. Dos posibles sospechosos arribaron al domicilio del ufólogo y le dieron en la madre. Jacobo está feliz. 

Tacha el quinto punto de su lista de pendientes. El cuarto también, en la parte de arriba de esa línea escribe: visitar Atenco.

—¿Tiene familia en Atenco? —pregunta el nuevo taxista.

—No, voy a visitar a un amigo.

—¿Y ese acento suyo de dónde es? 

***
Rubén Cantor (CDMX, 1987) es un narrador mexicano. Estudió periodismo y luego literatura. Maestro en Literatura Contemporánea de México y América Latina por la Universidad Autónoma de Querétaro (uaq). Se inició en la escritura al tomar un curso con Benjamín Moreno. Fue parte del taller de creación literaria con Eduardo Antonio Parra en 2014. Autor de una plaquette de Narrativas. Fue beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico pecda Querétaro 2016 en la categoría jóvenes creadores.

Actualmente, trabaja en una biblioteca universitaria en el área de desarrollo de colecciones y da clases de redacción en licenciatura.


 

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