Cuando en la URSS la gente le ofrecía setenta rublos

a cambio de unos levis rotos.

Mi padre cuenta

que cuando le contó eso mi madre,

vivió el fin de un mundo.

Mi abuela, en cambio,

vivió el fin de su mundo

cuando miró la luna entre los cerros

y preguntó si era la misma

de Villa Corona

a cientos de kilómetros.

Y mi perro

vivió el fin de nuestro mundo

cuando cayó ciego

desde lo alto de una escalera.

Yo también vivo el fin de algún mundo

cada que lo sostengo agónico en brazos.

***
Diego Espíritu (Guadalajara, 1990). Forma parte del colectivo de investigación y creación Arte+Ciencia de la UNAM, así como del colectivo independiente de gestión cultural y producción artística Waxolote Okupa. Autor de Poemas Panks para community managers (Buenos Aires, Santos Locos, 2016; México, Mantarraya 2017).

[Ir a la portada de Tachas 376]