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La piel suave

Javier Morales i García

La piel suave

Me regalaron esta película diciendo: “se parece a nosotros.” Y cuando la vi, lo entendí todo. Y lo odié, pero por otro lado esbocé una sonrisa, porque realmente me gustaba verme representado en aquellas imágenes en blanco y negro. Tan de la Nueva Ola como de la Vieja Ola, ya para siempre… Ésta fue una cinta de video que no acabó en la basura, aunque sólo fuera por mantener el recuerdo vivo de alguna manera extraña. Aún sigue conmigo. Cosas de un cinéfilo romántico, supongo. Y en el fondo, eso es lo que eran todos los cineastas de la nouvelle vague, por mucho que se empeñaran en romper con lo que se había rodado antes. La piel suave (La peau douce, François Truffaut, 1964) es todo un melodrama como los de siempre, con un triángulo amoroso, con sus discusiones y sus encuentros y con el final de los finales. Muchas historias de pareja se verán reflejadas de alguna manera en esta película, para bien o para mal. Pero quedará que fueron, que es lo que realmente importa al final.

La fotografía en blanco y negro de Raoul Coutard ya está marcando el destino desde el principio y ayuda a entender esos mensajes cifrados sobre la iluminación. En este caso no era Françoise Dorléac quien tenía la piel suave, sino Jean Desailly, poniendo esa mirada tan masculina de cordero degollado… El guion de Jean-Louis Richard es el ejemplo perfecto de la intensidad de la vida en todos los aspectos del cine de Truffaut. El destino nunca es lógico y todo acto es producto de una cadena de causas y efectos, efectos que se hacen causas. Hay qué vivir el momento porque no sabemos qué nos va a deparar el futuro. Eso es lo que saqué claro de La piel suave. ¡Y vaya si lo vivimos, casi diría que nos lo bebimos a largos tragos! Comentaba el propio François Truffaut, a propósito del estreno del filme, que éste contaba la historia más banal del mundo: la de “él, ella y la otra.” Cierto es. Pierre Lachenay (Jean Desailly) es un famoso literato que lleva catorce años de matrimonio con Franca (Nelly Benedetti), fruto del cual tienen a la pequeña Sabine. Un día, al ir a dictar una conferencia sobre Balzac a Lisboa, establece una nueva relación con Nicole (Françoise Dorléac), una azafata del vuelo. Al regresar a París, Lachenay pretende mantener la relación con las dos mujeres. Con este punto de partida, resulta esencial cuestionarse el motivo que indujo al director de Los 400 golpes a rodar esta película. Puestos a buscar una solución también banal, podríamos situar la respuesta en la esfera de la innovación. Ver el film desde esta perspectiva nos ayuda a comprobar como Truffaut trata una historia mil veces contada situándose en un plano antes no visitado. Por primera vez, y ayudado por su guionista Richard, el director se propone rodar un guion original dejando para otra ocasión las adaptaciones literarias. También abandona el formato scope de sus anteriores realizaciones para embutir las imágenes de su nuevo film en el estándar 1:66. Por lo que respecta al estilo, el viraje también es claro. Comienzan a emerger las influencias del cine de Alfred Hitchcock al mismo tiempo que hacen acto de presencia muchos aspectos de lo cotidiano. La piel suave es probablemente uno de los films de Truffaut con más insertos: un número de teléfono escrito en una caja de cerillas, un diario, la bandeja de un desayuno, las llaves de una habitación de hotel, el resguardo de un revelado de fotografías… Con una planificación en ocasiones deudora del documental y del estilo de Roberto Rossellini, abundante en primeros y medios planos, el cineasta francés otorga protagonismo a estos elementos para conformar una historia anclada en el día a día, produciendo una sensación verosímil de cotidianidad. Truffaut procura despojar el tema de toda la hojarasca novelesca, obviando y rechazando todo aquello que de sentimental puede tener este tipo de historias. De La piel suave se ha criticado su final por lo que tiene de rebuscado y folletinesco; sin embargo, quienes esto afirman olvidan que el film está inspirado en un hecho real, en un recorte de prensa leído por Truffaut que sirvió para vehicular un proyecto personal, alejado de cualquier situación de encargo, periodo de transición o trabajo alimenticio. Y esto nos lleva a una segunda posible solución con la que iniciábamos este texto. Es sabido el gusto de Truffaut por llenar sus filmes de detalles extraídos del ámbito de lo privado. Incluso los más íntimos o más secretos están ahí, en sus películas. En La piel suave los personajes y diálogos reflejan, con mucho pudor, sentimientos del propio director hacia la vida, las personas y la sociedad que le envuelve. Subrayo, porque considero que es de capital importancia en el cine de Truffaut, que no arbitrariamente hablo de “sentimientos”, ya que el término “ideas” no tiene cabida en su cine. Truffaut no parte de una idea o tesis a desarrollar, sino que construye sus películas tejiendo una tela con los finos hilos de momentos vividos, de sus lecturas, de sus pensamientos, de sus amores, de su modo de entender la vida. Al contrario del cine de Rohmer, para quien realizar una película es un acto cerebral e intelectual, François Truffaut vivencia el cine como un acto de amor; más incluso, como un acto vital y pasional. Es precisamente en ese concepto donde debemos situar, por ejemplo, la escena en la que tras una noche de amor en un búngalo, la pareja adúltera deja afuera la bandeja del desayuno, dando cuenta de él un gato callejero. La misma escena será autocitada años después en La noche americana. En un tercer intento de dar una respuesta satisfactoria a la pregunta inicial, convendría recordar que François Truffaut solía enfrentar sus películas entre sí, encauzando nuevos proyectos con ecos de otros ya realizados. Así, La piel suave puede contraponerse a Jules y Jim (o “ella, él y el otro.”). La planificación visual del filme que nos ocupa ya es diametralmente opuesta a la de aquel; aprovechando el uso del 1:66, Truffaut rueda (casi de un modo claustrofóbico) buena parte de las escenas de la película en interiores (el piso de Lachenay, su oficina, los coches, los ascensores, el avión, las habitaciones de hotel) en contraposición a los espacios al aire libre de Jules y Jim. Por lo que respecta a los personajes, Catherine representa el ideal de mujer (mágica, misteriosa e inalcanzable), es una fuerza de la naturaleza que no se puede contener. En La piel suave, Catherine es desdoblada. Franca y Nicole son los polos opuestos de Catherine. A Pierre le fascina la juventud y belleza de Nicole, pero al mismo tiempo no desea abandonar la seguridad familiar que le otorga Franca. Si los personajes masculinos de Jules y Jim buscan el ideal de belleza, Lachenay se deja perder por las bajas pasiones. Así, en La piel suave existe un evidente erotismo soterrado: los pies de Nicole tras la cortinilla del avión, el cambio de pantalones a falda en la chica en el viaje en coche, las caricias de Lachenay a las piernas de Nicole… Jules y Jim vendría a ser una especie de película inmoral. La piel suave es un filme moral, pues mantiene un posicionamiento contemplativo que no se inmiscuye en el porqué de las cosas ni juzga a los personajes. Pasando a analizar el entramado de las relaciones de los personajes, vemos que la figura del protagonista principal es una persona engreída y deshonesta, cobarde y mentirosa. Lachenay desea tener en exclusividad a Nicole, pero no da nada a cambio. En este sentido, dos escenas son especialmente significativas. En la primera, justo después de que Lachenay pacte una cita con Nicole, una suave panorámica sigue a éste por la habitación mientras enciende todas las luces. Es el universo orgulloso y relamido de quien se siente satisfecho consigo. Poco más tarde, en su primera noche juntos, la pareja entra en la habitación de ella, encerrados en un plano medio, con las luces apagadas. Ahora es el refugio secreto, aquel que no se ha de compartir con nadie más. También resulta aclarador que, en otra secuencia del filme, Lachenay invite a Nicole a pasar la noche con él, ya que su esposa está fuera de casa. Sin embargo, Lachenay lleva a Nicole a una pensión, hecho que desagrada a la mujer que no tiene reparos, no obstante, en llevar después a Lachenay a su apartamento, a pesar de que había quedado muy claro que era una idea que no le gustaba demasiado. Mientras Nicole ama desinteresadamente, Lachenay es incapaz del más mínimo sacrificio. Por su parte, las dos mujeres son personajes fuertes, mucho más directos. Como en buena parte de la filmografía de Truffaut, las mujeres se muestran en superioridad frente al hombre. Cuando éste parece alcanzar sus objetivos, cuando hace suya a la mujer, ésta acostumbra desaparecer. Nicole y Franca no desean (y se niegan de manera contundente a) ser el objeto que decore la vida de Lachenay. Para acabar, me gustaría realizar una reflexión en torno al amor y a la muerte en el cine de Truffaut. Es habitual en sus películas que sus protagonistas mueran o maten por amor. “La muerte contrapuntea dramáticamente el amor humano.” La pasión amorosa puede llegar, casi como si de un clímax se tratase, al más hondo sufrimiento, a aquel sufrimiento que impide vivir. Llegado este punto, los personajes de Truffaut sólo tienen un camino. Es como si el ser humano estuviese condenado a la frustración. Sólo queda vivir intensamente… y casi, casi olvidar todo lo pasado, porque pasado está. Aunque se está agradecido porque pasó. ¿Verdad que sí? Texto dedicado a V.A., que me regaló La piel dulce.

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Javier Morales i García  (Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en ecos-de-sociedad.blogspot.com.es. Es obseso de la música y el cine.

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