domingo. 08.06.2025
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Tachas 626 • Cuando Llueve • Jeanne Karen

Jeanne Karen

Imagen genarada por IA
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Tachas 626 • Cuando Llueve • Jeanne Karen

Comenzó a llover, la tarde se oscureció poco a poco y lo que parecía una copiosa lluvia, al final fue una granizada. El hielo quedó distribuido por capricho de la naturaleza, en un número infinito de pequeñas esferas, que caían sobre el automóvil, de un lado y del otro, golpeando con fuerza los cristales hasta casi aturdirnos; dejé de escuchar mis propios pensamientos, solamente pude mantener la atención en el ruido tremendo sobre las ventanillas y el techo. Pensé en mi suerte, la gracia de ser solamente copiloto, de ir acompañando a quien conduce, pensé que de la nada el cielo se volvió otro. 

Cuando no llueve, extraño el agua, me preocupa lo seco, lo árido, el calor tremendo, la sed. Cuando llueve por fin a cántaros, no puedo olvidar las lluvias de mi infancia, esas aguas que parecían no tener fin y que mojaban día y noche sueños, deseos, anhelos, para después sorprendernos, con los pequeños riachuelos que solían formarse frente a la casa, en donde íbamos a dejar nuestras naves: esos barquitos de papel que surcaban las aguas profundas de nuestra imaginación y los charcos de breve vida que hacían reverdecer el zacate de las orillas de las banquetas, o a esas plantas sin nombre, necias, feas, pero verdes, de un verde intenso con vida propia. 

Bastaba una buena tarde de lluvias para que todo renaciera, para que floreciera de nuevo el campo, los jardines y las macetas de las viejas casas, para que de nuevo crecieran los pequeños renacuajos que habían permanecido como pequeños guijarros, piedritas inmóviles entre la arena de los patios. Los rostros iluminados por las sonrisas, los grandes cuerpos de agua recuperando su curso, las miradas de los vecinos que no perdían detalle, así eran las tardes de lluvia, y el aroma del café que salía de las cosas, que se extendía como un saludo, como una fragancia que nos recordaba que la vida era buena.

Cada vez son menos frecuentes las tormentas, las lluvias, o por lo menos así lo veo yo, cada vez me parece más extraño mirar calle arriba y ver como los barquitos de papel van por las calles, cada vez es más raro mirar a un grupo de personas corriendo para guarecerse, cada vez me parece que brilla menos el día después de la lluvia, como si se hubiera roto un conjuro, una relación entre nosotros y los cielos repletos de nubes, como si nosotros fuéramos en realidad esos cuerpos que se van con el viento, alejándose, volviéndose más transparentes. 




 

***
Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).


 

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