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28/01/13

Un paseo por la Feria

Tuve la genial idea de ir a la Feria de León en domingo. Pero no cualquier domingo. Fue justo el día 20, cuando la ciudad de León celebra su aniversario y la raza se deja venir en su expresión más pura. Valiente cosa. No había muchas opciones. Resultaba el día ideal para ir a solas con el Sr. Pancito, mi delfín de año y medio.
Un paseo por la Feria

Tuve la genial idea de ir a la Feria de León en domingo. Pero no cualquier domingo. Fue justo el día 20, cuando la ciudad de León celebra su aniversario y la raza se deja venir en su expresión más pura. Valiente cosa. No había muchas opciones. Resultaba el día ideal para ir a solas con el Sr. Pancito, mi delfín de año y medio. Tocaba rito iniciático de hombre a hombre. Era su primera Feria y la experiencia tenía que ser literalmente fundante y fundamental. Lo fue.

Buscar estacionamiento fue el primer capítulo. Con inocencia pasmosa, creí que podría conseguir estacionamiento gratis en las inmediaciones. La inmediación libre más cercana, me exigía cargar a Pancito una media hora por caminos insospechados. Desistí de ello y opté por la alternativa de los incapaces de levantarse temprano: pagar estacionamiento.

¿Siempre ha estado tan atascada la Feria? Al día de hoy creo que ya llevamos 3 millones de visitas; o sea, casi dos veces la población total de la ciudad. Dudo que 1876, fecha de la primera emisión, la aglomeración fuera tan desorbitada. Imaginen a don Manuel García Moyeda, impresor e ideólogo de la Feria, quejándose de la asistencia abrumadora. No lo creo. Cuando mucho, se quejaría de que al carro alegórico se le caían los faldones, o que los elotes estaban pasaditos. Otros tiempos. Además, la Feria era en otros sitios, repartida en la ciudad. Cuando José Alfredo escribió aquello de su Feria con su jugada aquí se apuesta la vida y se respeta al que gana, el magno evento era entre el Parque Hidalgo y las instalaciones del Seguro Social. Eran los 50´s.

Pancito y su despistado padre entraron después de media hora y de haberse sentido becerros en pastoreo. Una vez pasada la prueba, quise mostrarle la metáfora perfecta de este mundo matraca, así que nos subimos a la rueda de la fortuna. Cuando los editores lo permitan, subo las fotos. Nos sentimos los reyes del universo. Vimos el desfile desde lo alto y pude mostrarle lo que es un helicóptero casi con tocarlo. La señora y su hija que nos tocaron como vecinas de carrito, me veía con ojos de “hace como una década que a este señor no lo sacan a pasear”.

Ya abajo, en la realidad que nos corresponde, fuimos a nuestro objetivo primordial. Quería que el Sr. Pancito comprobara en carne propia, que los animales que ha visto en las ilustraciones de sus libros (y de los que, debo decirlo con orgullo, es el primero de la clase en reproducción de onomatopeyas. La del tigre le sale idéntica, faltaba más) son más grandes que él. El efecto fue inmediato; ahora tiene pesadillas con esas vacas de cuatro metros. Pero lo ha ido superando paulatinamente. No ayudó mucho subirlo a fuerzas al pony ese que daba vueltas como neurótico. Pero es que ya había desembolsado treinta pesotes por el paseo y eso no podía quedar así. Pagué mi imposición quitándole las pulgas del animal por la noche.

En 1962, don Juan José Torres Landa hizo la caridad de darle a la Feria carácter estatal, con lo cual se hizo acreedora del terreno que ahora ostenta y que muchos usufructúan. Desde entonces, con más certeza, la Feria de León es una mina de oro para este municipio. Ignoro si la lana está bien repartida, si el patronato está bien administrado y todo eso. Lo que me queda claro es que, para el Sr. Pancito, el 20 de enero, cumpleaños de León, fue también la fecha en la que algo habrá nacido en él, espero que el cariño genuino a su ciudad natal y a los caballos que acariciaba con timidez y con ganas de que no lo vieran con cara de manzana.