Que veinte años no es nada
Si usted es un joven de 20 años o menos (cosa poco probable, porque los jóvenes de esa edad leen muy poco los medios) ha vivido toda su vida en la única etapa de este país que podría llamarse democrática. ¡Los únicos 20 años en nuestra historia! porque las culturas mesoamericanas no tenían regímenes que pudieran parecerse a un sistema democrático, por más que las veamos idílicamente ahora, y los 200 años posteriores estuvieron marcados por una lucha de caudillos y de elecciones simuladas. La posibilidad real de los ciudadanos para elegir a sus gobernantes fue una utopía hasta hace muy poco.
Desde el inicio del México independiente, la organización de las elecciones estaba a cargo de los alcaldes y los jefes políticos locales y regionales, quienes imponían reglas propias para realizarlas.. En 1946 se crea la Comisión Federal de Vigilancia Electoral, presidida por el Secretario de Gobernación y sin participación ciudadana. En 1973 se crea la Comisión Federal Electoral con la participación de todos los partidos registrados, y el Registro Nacional de Electores se constituye como entidad autónoma. Pero la comisión sigue presidida por el secretario de Gobernación. Además, no todos los partidos políticos pueden participar.
En 1977, la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE) permitió entrar en la lucha al Partido Comunista, antes proscrito, y todos tiene voz y voto, pero la comisión electoral sigue en poder de la secretaría de Gobernación. En 1987 se introduce un criterio de representación proporcional, pero además de estar presidida por el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett del el PRI, partido de Estado, contaba con 16 asientos y los demás partidos, junto con representantes de la cámara sólo con 15. Con esas herramientas se llevan a cabo los comicios del 88, en los que se cae el sistema. Esto impulsa la creación de una nueva ley electoral: en 1989 se crea el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) el cual dio lugar la creación del IFE, pero seguía supeditado a los gobernadores de los estados y al secretario de Gobernación. El consejo general estaba integrado por el secretario de Gobernación, dos representantes de cada una de las cámaras y representantes de los partidos políticos.
¿Y dónde estaban los ciudadanos? En la organización de las elecciones no. Pero sí afuera, en las calles, en la prensa. Desde 1985 hay una emergencia de organismos civiles que trabajan en diferentes ámbitos: derechos humanos, desarrollo, género, y que van encontrando como proyecto común la lucha por la democracia. La presión ciudadana después de las elecciones de 1988 es grande, y las redes ciudadanas crecen para vigilar las elecciones.
Finalmente en 1994, justo hace 20 años, se logra ciudadanizar el IFE: los consejeros del Consejo General son ciudadanos sin filiación partidista. Los partidos participan con voz pero sin voto. La secretaría de Gobernación permanece en la presidencia con Jorge Carpizo, personaje con un buen prestigio. Con este IFE se llevan a cabo las elecciones con una movilización ciudadana sin precedentes. Se llevan a cabo los comicios de 1994, calificados por el propio presidente triunfador, Ernesto Zedillo, de “legales, pero inequitativos”. En 1996 José Woldenberg ocupará la presidencia de un IFE totalmente ciudadanizado. Las elecciones del 97 darán como fruto el primer Congreso dominado por la oposición en la historia de México.
Hace 20 años, con el IFE ciudadanizado, aún con la presidencia del secretario de Gobernación, podemos hablar de las primeras elecciones que cumplían con los requisitos de transparencia y certeza para iniciar nuestra vida democrática.
En el 2015 tenemos en el horizonte unas de las elecciones intermedias con más incertidumbre en nuestros 20 añitos de vida democrática. Por un lado, el IFE, que se había desgastado en las últimas contiendas, fue demolido sin que sepamos a ciencia cierta qué cara va a tener cuando tenga que organizar las elecciones. Los garantes de la siguiente contienda van a llegar a reinventarse casi al mismo tiempo que deciden la parte operativa de la fiesta. Sumando esto al hecho de ser elecciones intermedias, existe el peligro de tener una participación electoral muy baja.
Por otro lado, los partidos de oposición al viejo PRI están enredados en disputas internas. Si usted quiere votar por el PAN, tendrá que esperar a ver en qué terminan los intercambios boxísticos entre Madero y Cordero. Lo más probable es que gane el segundo y que vuelvan al poder los calderonistas, tan desprestigiados en los últimos meses. Si piensa votar por la izquierda, tendrá que esperar a ver por qué pedazo va a votar, porque aún lográndose la unidad alrededor de Cárdenas, Morena seguirá con su juego y la izquierda en México seguirá pulverizada. En ambos casos, lo más importante será ver en qué medida el lodo que se arrojarán en estas contiendas, servirá para ganar internamente pero perder frente al partido en el poder.
Auguro un menú bastante poco atractivo en las siguientes elecciones; ya veremos cuántos comensales asisten. Pero creo que poder hablar de esto y hacer cálculos, predicciones y equivocarnos sobre los resultados, es un signo de (nuestra imperfecta) vida democrática. Es un juego que podemos jugar sólo desde hace 20 años.