Chispitas de Lenguaje • Candidato • Enrique R. Soriano Valencia

"No es lo que proponen, sino su trayectoria, lo que debe normar nuestro criterio..."
 
Chispitas de Lenguaje • Candidato • Enrique R. Soriano Valencia


El vocablo candidato tiene un origen que no parece corresponder con la realidad de muchos postulados a ocupar un puesto de elección popular.

Etimológicamente, el vocablo candidato viene de la voz latina candidatum. Este es el participio del verbo candidare, que estrictamente significó «blanquear, hacer algo blanco brillante». Este sentido se le asignó a los postulados al senado de Roma.

No obstante, de forma moderna el Diccionario de la lengua española, DLE, dice: «ingenuo, que no tiene malicia ni doblez; simple, poco advertido; de forma poética, blanco. Color cándido. Nieve cándida».

Por alguna razón, se asocia en la actualidad el vocablo cándido con tonto. Estrictamente el Diccionario lo enuncia como «ingenuo, sin malicia», sentidos muy diferentes a tonto. Es decir, que el vocablo candidato en la actualidad ni puede vincularse con su origen etimológico, ni a la definición actual porque no corresponde a las personas postuladas a un puesto de elección popular.

Lo que dio origen a asociar la palabra blanco a alguien que es postulado para ocupar un puesto de elección fue porque en la Roma clásica, los propuestos vestían con túnicas blancas. Pero estas las llevaban abiertas, para que las personas del pueblo pudieran confirmar las heridas de guerra. Los presentados al escaño, entonces, no eran personas tontas, faltos de habilidades o ingenuos. Por el contrario, eran hombres que demostraban la pureza de las intenciones para trabajar hasta el sacrificio de sus propias personas para favorecer a Roma, a la patria. Por lo tanto, lo blanco de la túnica y la forma de portarlas tenía como propósito identificar la pureza y no la falta de entendimiento.

Ahora, en latín hay otra forma de referirse al blanco: albus. Este último término dio origen a la voz en español, alba. Y eso se refiere a lo blanco del amanecer. La diferencia con candidare es que éste da idea de blanco brillante, mientras que albus se refiere a blanco mate.

En el Senado romano se pretendió asociar la pureza de intenciones con la brillantez de su persona y sus argumentos. Marco Tulio Cicerón en muestra inequívoca de esa conjunción y propósito.

Por ello, el vocablo candidare, entonces, dio origen a palabras como candente, candor, candela y candelabro, porque las velas brillan, pero también se asociación con el calor. Con ello, la Roma clásica pretendía también vincular la pureza o blancura de los postulados con la brillantez y empeño de integrantes del senado.

Pero históricamente, en el Senado romano llegaron a desvirtuarse las virtudes que les caracterizaban. Cuando se olvidaron de las virtudes para entregarse a los vicios, desenfreno o defensa de intereses particulares y no de sus representados, sentaron las bases para la caída de Roma.

De ahí la importancia de conocer la trayectoria de los candidatos a elección popular este próximo 5 de junio. No es lo que proponen, sino su trayectoria, lo que debe normar nuestro criterio.

Los puestos de elección no deben ser botines y sí lugares que ocupen no cándidos –según la acepción moderna–, sino personas con probado amor a la patria, como lo señala la etimología de candidato.