Como padre de una adolescente hay sacrificios que uno debe realizar, así sea necesario exponerse a la lluvia, y las filas bajo ella mientras toca la banda en el quiosco del Parque Independencia. Sacrificio menor si se compara con las baladas pop de Carlos Rivera. El intérprete, que funde en su físico a Chayanne con EPN, de voz respetable pero lírica bastante sosa, hizo las delicias del público femenino de todas las edades que, dicho sea de paso, nos sobrepasaba a los varones en proporción de 5 a 1 (Y era un desfile de reinas...).

Pero no fue eso lo que más me llamó la atención, ni que medio patio del antiguo Colegio de la Enseñanza estuviera reservado para egregios políticos y VIP’s, quienes no sé si habrán entregado su ración correspondiente de pañales para el DIF; ni que la torre del templo de la Soledad necesite una urgente poda de maleza; ni que los problemas de sonido sabotearan la promoción de la feria y de su soberana. No. Mi espíritu anti realeza se sobrecogió con el desfile de 19 reinas adicionales, que acompañaron a la coronación de Paloma I. Sí, las conté, y anoté su procedencia: asociaciones como la Mesa Redonda Panamericana, el Centro de Personas con Discapacidad Visual (su representante ni siquiera usaba lentes), una entidad que lucha contra la diabetes y una muy buena cantidad de clubes (a esos los disculpo porque para eso son), institutos, universidades y colegios. Me escandalizan en particular los tres últimos porque siempre he considerado que uno va a la escuela a educarse. Y aquí traeré a colación nuevamente la visita, al parecer infructuosa, de Ricardo Ortiz a Medellín, Colombia, donde hace un par de años la autoridad local prohibió los reinados en entidades educativas. Es famosa la frase de Sergio Fajardo, ex-alcalde de esa ciudad: “la escuela es para estudiar, no para desfilar”. ¿Por qué no se aprende de esto?

Hace unos días se celebró el día internacional de la mujer donde volvió a alzarse el reclamo por equidad, respeto y abolición de estereotipos. Tanto la escuela como el hogar son el primer lugar para conseguirlo. No comprendo cómo en los centro educativos se amparan este tipo de eventos que quizás pueden excusarse en ferias municipales, pero jamás en la Academia.

Como tampoco sería posible excusar a un juez federal, hijo de un ministro de la Suprema Corte de Justicia, que esta semana amparó a un infractor de tránsito para que se le permitiera presentar recursos de defensa ante una fotomulta.

El fallo exige una instancia previa a quienes hayan realizado una violación a la ley de tránsito y sean pillados por el sistema automatizado de control, algo que además de poco práctico pareciera anular la responsabilidad de conducir dentro de los límites que marca la ley. ¿No es suficiente prueba la medición científica y una foto instantánea del vehículo infractor? Éste es el procedimiento en decenas de países del mundo, en particular en aquellos donde se respeta la autoridad del Estado, que también prevé instancias para recurrir, pero no antes, sino después de la multa. ¿Por qué debería presentarse el trasgresor a una audiencia o recurso previo cuando lo correcto fuere reconocer su falta y pagar por ella, cuanto antes, mejor? ¿Más cuando se presenta un medio de prueba científico prácticamente irrefutable? Se ha armado mucho barullo al respecto de la sentencia (muy seguramente pocos la han leído completa). Un grupo de senadores, (sí, esos encargados de formular las leyes) han clausurado, con una faramalla mediática muy penosa, algunos de los equipos en la Ciudad de México. Y con esa misma cara, en unos días, seguro exigirán respeto a las leyes que con tanto cuidado han pergeñado.

Como ya me he comido casi todo el espacio para esta columna, quedo con la tarea de leer la sentencia de amparo indirecto 948/2016, asesorarme en asuntos legales, y comentar aquí algo de mi experiencia con las fotomultas y el sistema de control vehicular en otros países. Hasta entonces.

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