domingo. 08.06.2025
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Las vocaciones del 27o Tour de Cine Francés • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

À la belle étoile, Francia, 2023
À la belle étoile, Francia, 2023
Las vocaciones del 27o Tour de Cine Francés • Fernando Cuevas

Ya sea que se presenten desde los primeros años de vida para guiar las acciones y búsquedas, casi como parte del ADN, o que lleguen después, en función de ciertos eventos, circunstancias y decisiones. Vocaciones cual llamados para irse reconstruyendo, adecuando y profundizando según las posibilidades y capacidades fortalecidas por la práctica, siempre necesaria para enfocar y afinar esa pasión que moviliza intencione,s y así estar justo donde se puedan desplegar los talentos naturales, potenciados mediante el esfuerzo, y las habilidades pacientemente aprendidas a lo largo del tiempo y durante la puesta en acción.

Desarrollándose en el territorio de las llamadas feel good movies sin caer en complacencias excesivas, Azúcar y estrellas (À la belle étoile, Francia, 2023) sigue la trayectoria de Yazid (Riadh Belaïche, incansable), entre flashbacks y música emotiva, un joven que desde niño se apasionó en la repostería como su principal interés vital, sorteando dificultades propias de su condición familiar entre la pérdida fraterna, una madre con problemas, su estancia en una institución, apoyado por el encargado de seguridad, y en una casa de acogida con el soporte de sus padres y hermano postizos, y enfrentando los obstáculos para involucrarse con arrojo en el exigente medio en el que buscaba destacar, plagado de fuerte competencia y de una larga tradición pastelera. 

Dirigido por el debutante Sébastien Tulard con base en el libro biográfico Un rêve d’enfant étoilé (Sueño de un niño estrella, 2016), el filme sabe cómo no engolosinarse ni terminar empalagando, a pesar de algún salto brusco en la trama y ciertos momentos que rozan la complacencia; con elusivas secuencias nos mete hasta la cocina, ámbito en el que se busca crear obras de arte, no sólo postres deliciosos, con la presión a cuestas frente a algún déspota rival, master chefs implacables, un amigo y colegas leales, y nos ubica en los diversos espacios en los que la creación culinaria puede desplegarse con sus efectos y afectos, incluyendo el esperado concurso, con todo y la luminosa escultura de hielo en plan de reconciliación materno-filial, sin dejar de mirar hacia arriba, justo donde habitan las estrellas.

Por su parte, el director y también galeno Thomas Lilti (Hipócrates, 2014; El médico rural, 2016) retoma la temática escolar tras Mi primer año (2018) en Un trabajo en serio (Francia, 2023), como si se tratara de una especie de secuela, una vez más con Vincent Lacoste en el protagónico, ahora como un joven que abandonó la carrera de medicina, anda con una tesis pendiente en física y acepta convertirse en el maestro de matemáticas, sin experiencia o formación previa para desempeñar el puesto, en una escuela de las afueras de París, a pesar del desprecio más o menos velado de su padre.

A partir de una mirada que apuesta por el realismo, la cinta se introduce en el ecosistema escolar mostrando las lógica de funcionamiento de la institución en la que docentes, alumnos, director (Mustapha Abourachid) y madres y padres de familia interactúan, aprenden, discuten, tienen conflictos y alianzas según las situaciones que se van presentando. No falta el problema con un estudiante que plantea dilemas al respecto del vínculo y respeto entre profesores y aprendices, y que de paso se aprovecha para mostrar el funcionamiento del consejo escolar, en la línea de La clase (2008), obra maestra de Laurent Cantet. 

El recién llegado, consciente de su inexperiencia, busca aprender prácticas docentes para la enseñanza de su materia, ensayando, viendo videos ridículos y, sobre todo, estableciendo vínculos con sus colegas, usualmente en plan solidario: ahí están el maestro experimentado que sabe que aburre a sus estudiantes (François Cluzet); la maestra que prepara sus clases con detalle (Louise Bourgoin) y recibe una nociva y poco sensible retroalimentación de la supervisora; la joven contestataria que anima a su grupo (Adèle Exarchopoulos); el profesor con el humor a flor de piel (William Lebghil); la maestra callada y seria (Lucie Zhang) y los profesores de deportes, cada uno con sus respectivos asuntos personales, entre crisis de pareja, dificultades con los hijos y enfrentamientos con la soledad.

Un mosaico sincero, bien representado y ambientado de las implicaciones del trabajo docente y de las exigencias que conlleva, tanto en el terreno emocional como en el profesional, así como de la forma en la que puede convertirse en una poderosa vocación, más allá del simplismo de verlo como una válvula de escape o una actividad provisional: no obstante tratarse de una labor solitaria buena parte del tiempo, se abren posibilidades para estrechar vínculos con los colegas y los estudiantes, con todo y las dificultades que se derivan al combinar afectos y responsabilidades. Como en la vida, los ciclos escolares nos regresan a similar punto de partida, pero ahora como personas distintas.



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